«Paren la música de inmediato» , grita el vocalista de los Voceros del Metal, al ver a la horda de militares arremetiendo contra los jóvenes de pelo largo, chumpas negras de cuero, pantalones muy ajustados, botas Rhino con punta de acero y la singular franela de cuadros rojos y negros amarrada a la cintura. Todos ellos y ellas se encuentran brincando, gritando a todo pulmón y empujándose unos a otros con frenesí y violencia; una violencia controlada que consiste en darse hombro con hombro contra el de la par, sin causarle daño, empujándose y chocando los puños. Los militares y policías de turno no sabían que esta singular manera de convivir es el baile de los rockeros, ese que a todos les encanta para sacar la euforia, el enojo, la rabia reprimida y las frustraciones. Según cuentan, después de este baile todos regresan a sus casas y lugares de trabajo ya más desahogados y relajados, sin causar problemas a la sociedad.
Por imposible que pareciera, todos estos conciertos navideños al aire libre y totalmente gratuitos eran patrocinados por la Primera Dama de la Nación. Nadie sabía cómo le había hecho o quien la convenció, pero compró una batería de las más modernas, alquiló un sistema de sonido profesional y empezó a traer a las mejores bandas internacionales a deleitar al respetable publico. Todos coreaban “In the Kingdom” de WhiteCross, inundando de rock el Parque Central ante la mirada de la policía y los militares, molestos por ver a los jóvenes disfrutar de ese show digno de los mejores escenarios del mundo, sin demeritar a los nacionales de Invasión, los Alushes, Guerreros y Vox Dei entre otros buenos artistas nacionales, quienes hacían rugir sus instrumentos mezclados con los gritos del publico y de los clásicos vendedores de algodones de azúcar, hot dogs, granizadas de hielo y bandanas serigrafiadas para amarrarse en la cabeza.
Ya calmados los ánimos y aclarando que todo se trataba del baile tradicional de los rockeros, los soldados regresan a sus puestos de control y los policías siguen patrullando, no de muy buen humor. El sonidista decidió subir el audio hasta el tope, y los músicos continuaron su presentación a todo pulmón, mientras los asistentes más valientes hasta adelante cantando y reventándose los oídos con esos watts de volumen, moviendo la melena y tomando fotos con sus cámaras de rollo de 12, 24 o 36 exposiciones. Mientras tanto, los más precavidos hasta atrás, a la altura del Portal del Comercio o la Catedral, con los ojos cerrados coreando rolitas como "No te Rindás", "Estamos en Acción", "El Toque Mágico" y "Walk with Me" entre otro montón de buenas melodías, con el fin de prepararse para las Fiestas Navideñas. En ese momento no hay punk, metal o pop; todos son uno al mismo sonido y compartiendo la alegría de la música. No existen clases sociales, títulos académicos o religiones; solamente un enorme grupo de amigos que se ven cada diciembre en el Parque Central para corear, gritar y empujarse fuertemente unos a otros, y si bien les va, quedar de amigos para intercambiar música en cassette, la próxima vez que se vuelvan a ver.
URBANISMO MELÓDICO: relatos de anécdotas y sitios de la ciudad capital, en los que se haya vivido una historia urbana antes, después o en medio de una actividad musical, combinando urbanismo, lugares, música y literatura.
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