«Buenas tardes, señores. Favor de pasar a los camerinos», es la frase que diría Don Betío a los cinco jóvenes rockeros, que pretendían entrar a la Plaza de Toros por la parte de atrás. Era sábado por la tarde, y Manuelito les prometió a todos que entrarían a ver al famoso Artista de gratis. Sólo debían ingresar en cuanto Don Betío descuidara el acceso al corredor secreto. Manuelito, quien muchas veces fue a limpiar las instalaciones después de algún concierto, sabe que es un señor mayor, muy cordial, pero a veces se le va el pájaro y se distrae. En ese momento entrarían sin ser vistos, prometió a sus amigos del barrio.
Todos llegaron con sus mejores trajes casuales, bien bañados y perfumados, para disfrutar de ese concierto que habían esperado por muchos años, desde que el Artista decidió que ya no vendría al país, por los problemas que había tenido con una marca comercial. Pero eso poco les importaba: al nomás enterarse que se presentaría en la Plaza, se prepararon comprando algo de tomar y comer antes del espectáculo, y apartaron algunos quetzales para el taxi. Pero ninguno esperaba que la coperacha iba a ser un grave problema, y lo que lograron juntar entre todos apenas les alcanzaría para el regreso. Desesperados, recurrieron a Manuelito para que los ayudara.
Las máquinas de humo, el equipo de sonido y la banda invitada estaban listos. La Plaza registraba un lleno total, y el público asistente echaba porras al Artista que tanto deseaban ver. Ya no entraba ni uno más en el ruedo, y todo estaba preparado para empezar en cualquier momento. El único problema es que alguien había enviado a Don Betío a revisar el cableado al otro lado del terreno, para asegurarse de que nada fallase a la hora del magno evento. Los organizadores dejaron el acceso VIP a cargo de los trabajadores de la empresa de seguridad; unos tipos altos y malencarados que no dejaban pasar ni un soplo.
Manuelito tenía la preocupación de que todos sus amigos iban a creer que los había engañado. Con mucha pena, se los llevó aparte para explicarles la situación, recalcando que no veía a Don Betío por ningún lado. Si él no aparecía, se abortaría la misión. Todos le reclaman que los había engañado y los hizo incurrir en gastos, pero al final se conformarían con escuchar la música desde afuera. Suenan los primeros acordes de la banda invitada, y se dejan ver a los vendedores que corren de un lado al otro con sus clásicos productos: papalinas, yuquitas con chile o sin chile, aguas frías, chicharrines, shucos y banderas con el nombre del Artista.
En eso, Manuelito observa que uno de sus cuates llevaba el par de baquetas que usa para tocar en su imaginación, con los ojos cerrados, mientras va sentado en el bus o esperando que lo atiendan en la cola de algún banco, pensando que está dando un megaconciento. Acto seguido, les pide que se acerquen todos en fila a la entrada VIP, y sigan la idea que se le acaba de ocurrir.
Todos muy serios, con sus largas melenas, ropa juvenil y actitud de rockstars, se dirigen al túnel trasero de artistas y sin abrir la boca, empiezan a acercarse uno a uno. Les tiemblan las rodillas, aprietan bien los dientes y se preparan para ser rechazados y avergonzados en público. Colocan al frente al que lleva las baquetas, decoradas con franjas negras y amarillas, al mejor estilo de su baterista favorito. Los encargados de seguridad se hacen a un lado, retiran la cinta roja exclusiva para los artistas principales y les dicen: «por favor pasen, ustedes son los músicos que esperábamos». La adrenalina baja a raudales de la cabeza a los pies, y sin decir palabra alguna, caminan a través de ese eterno túnel de piedra que pasa por debajo del escenario principal, que conecta directamente con el ruedo y el público; todos riendo y celebrando en silencio. Han logrado colarse entre la gente, y de un brinco todos claman al unísono: «lo logramos, como si fuéramos los músicos de Arjona. ¡Gracias, Manuelito!».
URBANISMO MELÓDICO: relatos de anécdotas y sitios de la ciudad capital, en los que se haya vivido una historia urbana antes, después o en medio de una actividad musical, combinando urbanismo, lugares, música y literatura.
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